miércoles, 10 de agosto de 2011

Despedir a un hermano. Rituales fúnebres

Es dicho por nuestra religión que la muerte forma parte de la vida, que es un viaje más en esta cultura de nómadas y exploradores. Un pagano convive con la muerte en su día a día, y es algo que sabe aceptar. Nos disponemos a mostrar los distintos rituales conocidos.

Funeral de un Jarl: los Jarl eran los hombres más ricos de la sociedad vikinga. Eran terratenientes que habían ganado su fortuna mediante el comercio, el saqueo y el esclavismo.
Se depositaba su cuerpo en su barco, junto con comida, hidromiel, una de sus doncellas y sus armas. Se embujaba el barco sin tripulantes lejos de la costa, y entonces se disparaban flechas incendiarias. Entonces el barco ardía en el mar.
Otra manera era enterrar al jefe en tierra firme, con el mismo ajuar funerario, barco incluido.

Funeral de un soldado: aquél que muere en batalla o durante una incursión es preparado en una pira funeraria con sus armas en un lado. Se prende fuego, y después se entierra (por encima del nivel del suelo, sin hacer hoyo) todo lo descrito en lo llamado túmulo funerario. Sobre él, se oloca una piedra rúnica: quién era, cuándo murió, qué hizo...

Funeral stándard: el cuerpo es enterrado en el suelo con su ajuar. Normalmente, campesinos y esclavos no sabían escribir, por lo que las tumbas quedaban anónimas.

Nuestra despedida: alrededor de la tumba o de un lugar elegido para el ritual, como pueda ser un lugar que frecuentábamos con esa persona (un parque, montaña son siempre buenas ideas, el mar...) nos disponemos en círculo como para la realización de un blót. No podemos generalizar estructuras para ceremonias como ésta, porque cada uno lo siente como lo siente y cada grupo es un mundo. Daré la crónica de cómo, por desgracia, despedimos a un hermano nuestro ayer, que cruzó el Bifröst prematuramente.
Nos reunimos amigos del fallecido, tanto creyentes como no creyentes, en torno a un gran árbol en el parque al que solemos ir cuando nos reunimos, donde tenemos tantos recuerdos con él y donde seguiremos generando nuevos. Dispusimos nuestras diversas ofrendas bajo el árbol, aprovechando un hueco en la corteza, entre ellas runas como Raido, Sowilo, Othalaz, piezas de madera con el Valknut, fotos, colgantes, pétalos de rosa... En definitiva, cada uno le ofreció a nuestro hermano aquello que quiso. No hay un protocolo; yo ofrecí la runa Raido para desearle un buen viaje y una evolución favorable, Sowilo para que encontrara la armonía con su mismo allá adonde fuera, y el Valknut, el símbolo de los guerreros de Odín, que fue lo que él siempre quiso ser.
En esta ocasión yo no fui el Gódhi, como suelo ser, sino que ejerció un amigo muy cercano que me pidió oficiar su despedida. Hicimos sonar el cuerno a las cuatro direcciones para llamar a todos los dioses y espíritus. El Gódhi invocó a Odín, que era el predilecto de nuestro amigo, a quien se había encomendado, y yo invoqué a Thor, el dios que le protegía. Tras ello, el cuerno circuló por la congregación lleno de vodka, su bebida favorita. Sólo algunos quisimos romper el silencio, otros muchos prefirieron hacer su despedida silenciosa. Una vez terminada la libación, permanecimos unos minutos rodeando el árbol, tallamos en el hueco del árbol su nombre, la fecha y las runas Sowilo y Othalaz. permanecimos allí un par de horas, y cuando nos fuimos los últimos, enterramos todo el ajuar bajo el árbol.
De esa manera, él siempre estará con nosotros cuando allí nos reunamos, y podremos brindar por él y darle su parte.

En honor a Aitor, que no se rindió en la batalla, murió por fatales heridas de guerra.

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